‘’Su nombre era el de todas las mujeres’’, todas las que pudiste conocer, las que te faltaron, las rubias, las altas, las pelirrojas, de nariz chata o prominente. Las que vivían en la Castellana o simplemente esas que te cruzabas en el metro y sabías que jamás volverías a ver. Su nombre era el de aquella pija que te dijo que eras un rojo de mierda y que tus ideas le repateaban pero que esa noche se acostaría contigo, el de aquella que conociste en la Universidad y de la quedaste fascinado por su espíritu rebelde y belleza singular, tan fascinado cual japonés cuando ve la Alhambra y sólo quiere imitar un monumento así en su país.
Su nombre era Rosa, Lucía, June, Carmen, Fátima, Sherezade,
Marilyn, Sofía, Agnès, Helena, Piedad, Amor, Petra, Frida, Laura, Manuela, Lluvia, Paz, Sol. Flor y Florencia.
Su nombre, el de ella, eras Tú. Tú al comer, Tú al cantar, Tú al escribir. Tú al soñar, al beber, a reír y llorar. Tú por la mañana, en verano y por las noches. Tú en presente, en pasado y futuro.
Y es que, tu nombre nunca pudo ser el de ‘’todos los hombres’’
Tú y todas las mujeres eran ese disco que abriste un día de octubre, eran Tristán e Iseo, Romeo y Julieta, Cleopatra y Marco Antonio, los amantes de Teruel (tonta era ella, ¡ay!, pero más tonto era él),la caída del muro de Berlín. Será el día que los musulmanes más fundamentalistas vuelvan a Al-Andalus, sería el 11-S en ciento cuarenta caracteres. La noticia narrada por el último periodista. Todos los hombres del presidente.
Ahora tú eres ese beso que me quieres dar, ese máster o doctorado en Lengua, una acalorada tarde de junio por el Barrio Gótico, ese avión que quieres que despegue otra vez para irte, esta vez, al SUR del Edén.
¿Qué más da? Ahora todas las mujeres se transforman en Marta. Reconócelo; es lo Natural.